¿Voto electrónico? No, gracias

Apenas han pasado 24 horas del cierre de las urnas en España y la vorágine de la jornada electoral y los recuentos ha dado paso al análisis de los resultados, las crónicas y el anecdotario de una jornada que transcurrió dentro de la tranquilidad general. Tras las elecciones, muchos artículos de opinión y, en el mundo de las nuevas tecnologías en el que me muevo, un tema ya recurrente en los últimos años: El voto electrónico.

Acabo de leer en ALT1014 un muy buen artículo acerca del tema, que expone con bastante claridad el concepto y los pros y contras de esta modalidad electoral y, sin embargo, no puedo dejar de sentir un escalofrío en la espina dorsal al terminar la lectura. Diríase que el voto electrónico o e-voto es la panacea y que ya estamos tardando en implantar el sistema en España. Entonces, ¿Por qué no se hace?. Pues porque no hace falta.

Los defensores del e-voto esgrimen como principales ventajas del sistema, entre otras, la velocidad de escrutinio y el ahorro de costes que supone. Gracias al voto electrónico, podríamos conocer los resultados de manera exacta prácticamente al minuto de cerrar las urnas. ¿Realmente tenemos tanta prisa?. Creo que quien más y quien menos se fue ayer a la cama con una idea bastante clara de cómo habían quedado las cosas. Respecto a los costes, creo que es bastante discutible que el sistema, una vez implantado, permita recuperar la inversión en un tiempo relativamente corto, si es que se llega a recuperar. Se simplificaría la organización, sí, pero también se requiriría de personal especializado de alto coste para llevar a cabo estos comicios digitales. Además, al menos a corto plazo, no se puede descartar por completo el voto presencial, ya que en el año 2011 aún hay cientos de miles de hogares en los que no hay Internet, o a los que directamente no llega, por no hablar de dos o tres generaciones de mayores a los que no veo votando desde el Internet Explorer. La sociedad aún no está preparada.

Entre los inconvenientes, no rebuscaré en aspectos técnicos como la seguridad o la transparencia. Mis argumentos son mucho más simples. ¿Realmente es tan molesto ir a votar? Me gustan las jornadas electorales, acudir al colegio antes de tomar el aperitivo, darle la papeleta a mi hijo y auparle para que la introduzca en la urna y explicarle de camino a casa de qué sirve votar. Me gusta sentarme frente al televisor a partir de las 21 y ver cómo avanza el escrutinio y cómo va cambiando el panorama de un minuto a otro, mientras los líderes de las diferentes formaciones comparecen par dar su valoración de los resultados parciales. Me gusta escuchar al día siguiente las anécdotas de la jornada, la señora que se olvidó el DNI y quería votar con la foto de la comunión de su nieto, el señor que se equivocó de papeleta y quería abrir la urna para cambiar el voto... En resumen, me gusta el sabor que tiene la jornada electoral.

Vivimos en una época en la que la tecnología avanza a velocidad de vértigo y cosas que parecían ciencia ficción hace un par de décadas son ahora realidad, pero, ¿El hecho de que se puedan emplear las nuevas tecnologías significa que haya que hacerlo irremediablemente? Llamadme reaccionario, pero yo creo que no. Vivo de esto, pero aún hay cosas que me gustan como están.

Comentarios