Los que no conozcan este caso (conocido popularmente como el caso SGAE=ladrones) pueden ponerse al día leyendo el artículo original en Merodeando, pero en resumen la cuestión es que Julio Alonso ha sido condenado (teóricamente) no por el contenido en sí de la entrada publicada, sino por comentarios injuriosos contra la SGAE vertidos por sus supuestos lectores. Y digo supuestos porque ni se conoce ni se ha realizado intento de conocer la identidad de los autores de dichas injurias, lo que nos lleva a la posibilidad de que pudieran incluso haber sido realizados con ánimo de perjudicar al propio autor del blog. En una exageración hasta el absurdo (o no) podría incluso darse el caso de que injuriantes e injuriados fueran la misma cosa. ¿Qué más da?. Al fin y al cabo la cuestión es matar al mensajero.
Dice Alonso que, con sentencias de este tipo, la SGAE consigue propagar el miedo en la red y, con ello, promover la autocensura de las páginas web ante las posibles medidas condenatorias que puedan tomar contra ellas si se “pasan de la raya”. Yo, desde luego, siento miedo ante noticias como ésta. Miedo al control que puede ejercer el poder sobre la web. Miedo, como dice Alonso, a la web miedosa. Afortunadamente, la Red se sigue moviendo mucho más rápido que ellos, y en este asunto también tienen la batalla perdida a largo plazo. Por más puertas que pongan al campo.
Episodio digno de la serie Cuéntame. Mucho cuidado con lo que decís en mi bar, que las paredes oyen y luego al que empapelan es a mí.
Episodio digno de la serie Cuéntame. Mucho cuidado con lo que decís en mi bar, que las paredes oyen y luego al que empapelan es a mí.
Me queda como triste consuelo el que, con actuaciones como ésta, los defensores de la cultura, que en su mayoría se reconocen a sí mismos como defensores de las libertades, no hacen sino atentar nuevamente contra su propia imagen (y van…)
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